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ENTREVISTA

Alberto Olaizola: “La vacuna es la primera luz importante al final del túnel”

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El médico del Hospital Universitario de Cruces destaca la importancia de vacunarse para salvar vidas y salir del “bucle infernal”

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Erika Álvarez 

Ane González  

08/12/2020

Es jefe de sección en el servicio de Urgencias en el Hospital Universitario de Cruces y profesor asociado en la Universidad del País Vasco. El doctor Alberto Olaizola cuenta con un amplio bagaje profesional que le ayudó a superar los momentos más complicados de la pandemia. Él y otras dos compañeras de trabajo fueron los primeros en atender la primera sospecha diagnóstica de Euskadi a finales de febrero. Desde entonces, vive con el miedo a contagiarse y enfermar, pero afirma que la vacuna es uno de los pilares del principio del fin.

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Foto cedida por Alberto Olaizola

¿Cómo se han vivido en el Hospital Cruces todos los casos causados por covid-19?

 

Se ha vivido con preocupación, ansiedad pero también con gran capacidad de adaptación a las circunstancias.

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En su caso, que trabaja en la parte de urgencias, ¿ha sido aún más estresante la situación?

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En mi caso y en nuestro servicio de urgencias, nos fuimos organizando internamente antes del inicio de la primera ola. Ya en febrero hicimos los primeros planes de contingencia y empezamos a ver casos sospechosos que venían de lo que entonces se llamaban zonas de riesgo. De alguna manera pudimos entrenarnos algo y empezamos a interiorizar el trabajar con las medidas de protección. Esto nos permitió acometer el estallido con presión pero con capacidad y plasticidad y así, por ejemplo, solo hubo un contagiado entre mis compañeros. 

Durante marzo y gran parte de abril  se trasformó funcionalmente todo el servicio, destinando casi toda la capacidad a la atención de los pacientes covid. Pero los meses pasan y la fatiga es acumulativa. 

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A día de hoy, ¿cómo está viviendo el personal sanitario la situación?

 

Ahora la urgencia funciona para todo tipo de pacientes, pero se aprecia que el personal está cansado. La sensación al salir a la vida diaria es la de una sesión continua pues en la calle, en la prensa y en las familias es el asunto central. También vivimos el miedo a contagiarnos, de contagiar, de estar encerrados en una secuencia de rastreo… y la angustia de normalizarlo para poder trabajar día a día.

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Fue el que trató a la primera paciente sospechosa de covid en Euskadi, ¿Cómo decidió actuar en aquel momento?

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Otras dos compañeras y yo fuimos los que atendimos a la primera sospecha diagnóstica de Euskadi a finales de febrero. Era una persona que venía de Wuhan y que se había mostrado indispuesta, con tos y cefalea durante el vuelo de regreso a Madrid. De Madrid voló a Bilbao y como habíamos sido designados como hospital de referencia, la paciente fue enviada a nuestra urgencia. Llegó en una cápsula de aislamiento. La PCR, que ahora es tan popular, no estaba disponible en ninguna comunidad de España y tuvimos que enviar la muestra por mensajería urgente al instituto de Salud Carlos III de Madrid. El resultado, afortunadamente negativo, llegó en 48 horas. Fue un calentamiento que nos ayudó para lo que iba a venir.

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¿Cómo es trabajar en urgencias en una pandemia?

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Creo que trabajar en urgencias ayuda a improvisar y a convivir con la incertidumbre. Esto nos ayudó, pues los protocolos existentes entonces eran demasiado generales, casi copia y pega de la OMS. En urgencias vemos muchas infecciones de todo tipo y estamos acostumbrados a separar, aislar, circuitar. Creo que nuestro bagaje profesional nos ayudó más en estos momentos iniciales que los magros planes generales disponibles en aquellas fechas.

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¿Disponían de todos los equipos de protección individual en el hospital en el que trabaja? 

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La disponibilidad de los equipos de protección individual fue algo errática y heterogénea las primeras semanas. En los servicios llamados de primera línea  sí  hubo una buena dotación desde el principio, pero no así en otros. También es verdad que en servicios de no primera línea, el hábito de trabajar protegido era menor y es ahí donde se produjeron la mayor parte de los contagios en médicos, enfermeras, auxiliares y celadores.

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¿En qué cree que han fallado todas las autoridades sanitarias desde que empezó la pandemia ?

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Pregunta muy difícil. Creo que el fallo principal, y es una opinión, fue no decir que una pandemia no se corta con estar encerrado un mes y medio en casa. La realidad de esta y de otras pandemias es que empiezan de un modo más o menos identificable,  pero que se atenúan o acaban en plazos largos. La idea que se tenía que transmitir es la de la convivencia responsable con la pandemia y el equilibrio con la vida personal y económica. En mi opinión, fue un error cerrar la educación, la universidad, muchas actividades económicas y limitar la actividad física en los exteriores. Esto ha producido un efecto rebote psicosocial que ha llevado a conductas reactivas de aglomeraciones, sobreconsumos y de juego al gato y al ratón: "Me porto mal y me encierras, mejora la situación y me sueltas, y entonces me porto mal otra vez".

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¿Cree que los protocolos en las residencias de mayores han sido adecuados?

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Con los ancianos institucionalizados creo que no se ha actuado correctamente.  Pienso que se les ha sometido a un cautiverio exagerado y motivado en parte por las carencias de un sistema de atención a la dependencia totalmente heterogéneo, paternalista e infradotado. Son las grandes víctimas físicas y morales de esta pandemia.

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¿En su caso personal, cómo está llevando la situación?

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En mi caso y por mi estilo de vida, volver a casa pronto, no socializar en un entorno de hostelería o estar en una burbuja personal y de contactos limitados no está siendo un problema. Pero las medidas generales sí que perjudican facetas de mi vida y aficiones que sabemos que no son un riesgo epidemiológico: los deportes de montaña. Además, me preocupa que las medidas de trazo gordo, de todo o nada, y que la conducta de muchas personas perjudiquen los estudios de mis hijas y sus salidas a medio plazo. También tengo miedo a enfermar.

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¿Cree que una vacuna es la solución a la crisis del coronavirus?

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Creo que la vacuna es uno de los pilares del principio del fin. Creo que es la primera luz importante al final de este túnel. Tenemos que vacunarnos para salvar vidas, enfermar levemente o no hacerlo. Hay que producir inmunidad de grupo y así recuperar nuestras vidas y libertades y salir de este bucle infernal.

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¿Qué tal está la situación a día de hoy?

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La situación asistencial del hospital y de nuestro servicio es buena, se responde con capacidad. El punto débil siempre es la disponibilidad de camas de críticos,  pues dedicarlas a una única enfermedad compromete los recursos para otro tipo de enfermos. El porcentaje de ocupación de camas de críticos por covid-19 es uno de los indicadores principales en los que hay que fijarse.

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¿Cree que habrá una tercera ola como estas dos que hemos vivido?

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Sí, creo que habrá una o varias olas más, pero la cuestión es la magnitud de las mismas. Con una estrategia de mitigación centrada en algunas medidas continuas pero soportables, un toque de queda prolongado durante meses y la vacunación general se puede conseguir que las olas vayan siendo menos explosivas. De esta manera, en unos seis meses podremos hablar de una pandemia en fase de atenuación.

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¿Cree que la ciudadanía ha sido tan irresponsable como se señala desde los partidos políticos y los medios?

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Creo que esta pandemia ha caído sobre una sociedad que venía tocada. La conciencia cívica, el bien común, el respeto y la empatía estaban ya en mínimos. Con esos antecedentes el terreno estaba abonado para todo tipo de conductas que nos han perjudicado a todos.  Debemos entender que no hay político, ley, limitación que puedan paliar conductas de negligencia cívica evidente y que cuanto más duren más tiempo tardaremos en recuperar la normalidad. La interpretación picaresca de la normativa y la reiteración en las aglomeración no son disculpables. Los políticos los elegimos nosotros y también son el reflejo de nosotros mismos.

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